Filosofía y mito

25/10/09


El saber racional o filosófico se distingue del saber pre-racional o mítico en la utilización de la razón frente a la imaginación, los elementos naturales frente a los sobrenaturales, la necesidad frente a la arbitrariedad, etc., pero los mitos han estado vigentes durante toda la historia porque representan un modo de saber más accesible y, sobre todo, de carácter sagrado, con lo que no dejan lugar a la actitud crítica que caracteriza a todo filosofar.
Antes de atrevernos a dar una respuesta filósofica a las grandes cuestiones que se plantea el ser humano, como la cuestión del origen del universo y, para que los alumnos distingamos estas dos formas de saber (mitológico y filosófico), se nos ha pedido que inventemos un mito propio sobre la creación del mismo.

De entre todas las propuestas, hemos elegido ésta:
 


EL MITO DE Ä


¿Cómo empezó todo? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo se creó el mundo? ¿Hay alguien por encima de nosotros que lo planificó todo? ¿Hay un ser superior que nos controla? ¿O que quizás ha dejado su creación en manos del azar? ¿O para el que no somos nada, sino unos seres tan minúsculos en la inmensidad del universo y cuya vida es tan breve como la de un parpadeo de ojos (suponiendo que los tuviese) de esa entidad que incluso se encuentra por encima del tiempo, del espacio y de las emociones? ¿O somos producto de un cúmulo de errores de la naturaleza? ¿Puede alguien explicar esto desde un punto de vista racional? ¿O todas las respuestas son vanos intentos por llegar a un razonamiento que irremediablemente nos lleva a más preguntas? ¿Es entonces un círculo que no tiene fin en el que las preguntas y las respuestas se muerden la cola?
¿Por qué estamos nosotros condenados a hacernos estas preguntas sin hallar sino más preguntas como única respuesta?

En realidad, todo comenzó con lo que nosotros llamamos "nada". Lo llamo yo también "nada" por no llamarlo de alguna otra manera, pues se trataba de una concepción espacial y temporal totalmente distinta a la que conocemos. No existía ni tiempo ni espacio. Todo era vacío y en él, aunque todo en la naturaleza tiende a compensarse (el día con la noche, la mujer con el hombre, el negro con el blanco, la creación con la destrucción...) no faltaba nada, puesto que tampoco había nada.

En este vacío total, que es como dormir sin tener sueños, finalmente surgió "algo", como surgen todas las creaciones realmente originales: espontáneamente. Un impulso que se alimentaba de la propia nada. Por fin, había aparecido la primera chispa, la primera idea...lo llaman Ä.

Ä fue tomando conciencia de sí misma, de que era "algo", un ente surgido de donde antes no había nada, porque la propia nada, que lo abarcaba todo, llegado el momento, engendró su antagonista: el Todo.

Ä, al principio, no sabía de dónde había surgido, ni por qué se encontraba donde se encontraba, pero rápidamente se dió cuenta de que, si sólo existía ella y el resto no era nada,... ella lo era todo. La nada se dió cuenta de que existía y dejó de ser nada.

Y los propios mundos, al tener la energía de Ä que se iba diluyendo en su luz creadora dando forma a todas las ideas que tenía acumuladas, emprendían su propio ciclo de vida.

Y así es como surgimos nosotros y los animales y las plantas y las rocas y el firmamento y todas las estrellas... y, también, las sensaciones, la música, los sentimientos y emociones, las ideas abstractas y no tan abstractas...

Ä está en todo cuanto vemos, olemos o respiramos. Sin embargo, hace tiempo que dejó de hablarnos y nos abandonó a nuestra suerte en este planeta perdido donde sólo quedamos noostros y la espuma del mar que se retira.

Ä, cansada de que el hombre y la mujer -a los que con tanto esmero había creado- le defraudaran una y otra vez por haberles dotado de razón y de corazón a la vez, terminó por desaparecer melancólicamente de este lugar para construir otros mundos sin tener que explicar a nadie por qué existe.
 ¿Es entonces cierto que se compensa la nada con el todo? Al principio, no. Esta nada era la ausencia de todo, incluso de la propia nada; es decir, que la nada brillaba por su ausencia.   Y tuvo ideas, ideas que nosotros no podemos concebir, ideas propias de alguien o algo superior, de un dios, por decirlo de alguna manera. Y cuando, -nerviosamente al principio, pero después en un orgasmo de creación- comenzó a expandirse hacia sí misma, pues al serlo todo, fue infinita, se fue conformando el universo y, con él, nuestro mundo: un mundo imperfecto sí, pero un mundo.    



Dicen, que llegará un momento en el que, como todo, Ä se consumirá y volveremos a sumirnos en la nada que había antes, en otro círculo eterno al que nosotros continuaremos queriendo contarle las vueltas.

Jon Gómez Labat 1º C