El saber racional o filosófico se distingue del saber pre-racional o mítico en la utilización de la razón frente a la imaginación, los elementos naturales frente a los sobrenaturales, la necesidad frente a la arbitrariedad, etc., pero los mitos han estado vigentes durante toda la historia porque representan un modo de saber más accesible y, sobre todo, de carácter sagrado, con lo que no dejan lugar a la actitud crítica que caracteriza a todo filosofar.
Antes de atrevernos a dar una respuesta filósofica a las grandes cuestiones que se plantea el ser humano, como la cuestión del origen del universo y, para que los alumnos distingamos estas dos formas de saber (mitológico y filosófico), se nos ha pedido que inventemos un mito propio sobre la creación del mismo.
De entre todas las propuestas, hemos elegido ésta:
Hace muchísimos años existía Zaius, un dios todopoderoso. Aquel dios fue el creador del universo, de la tierra, de los seres humanos y de los demás dioses.
En
la Tierra, los hombres eran esclavos al servicio de los dioses, quienes
controlaban todos los aspectos de su vida.
Los humanos apenas tenían derechos y tan solo se limitaban a obedecer
las órdenes arbitrarias de los dioses.
Todo lo
que leían los humanos, todo lo que veían y todo lo que hablaban era observado
por el dios Vartanián. Quien, si notaba alguna
irregularidad, hablaba con Zaius para que decidiera un castigo que Madero -el
dios de la represión- ejecutaría con suma crueldad.
La
vida cotidiana estaba rodeada por la propaganda: en la calle, en el trabajo y
hasta en casa. Aunque quizás el aspecto más controlado de todos era la
educación. En los colegios únicamente se enseñaba a los niños y niñas las
hazañas de los dioses y que sin ellos vivirían en un mundo de caos y maldad. El
objetivo era que de los colegios salieran ciudadanos obedientes e incultos y no
pensadores que se cuestionasen las cosas.
El encargado de todo esto era Goebel el dios de cultura, educación y propaganda.
Prácticamente
todo lo que producían los humanos era para los dioses, y tan solo una mínima
parte era para ellos. La avaricia y la sed de más hizo que los dioses fueran
exigiendo más comida, más oro, más vino… Lo que provocó que los humanos
tuvieran que trabajar el doble para tener la mitad. Esta situación desencadenó
un gran descontento en la población, que veía desvanecerse la idea de bondad y
generosidad de los dioses.
Poco
a poco los humanos fueron organizándose para derrocar el régimen de los dioses
y mediante acciones violentas y desobedientes los hombres se rebelaron.
Finalmente, un día de huelga general, los ciudadanos más revolucionarios y
concienciados asaltaron el palacio de
verano de Zaius en San Pedrosburgo.
La
situación era límite, o los dioses actuaban ya o los humanos acabarían con
ellos. Atemorizados, los dioses se reunieron para buscar una solución. Se llegó
a la conclusión de que la única manera de acabar con la rebeldía de los hombres
era buscar una distracción que los alejara de la vida política.
Así
pues, entre todos los dioses pensaron un deporte fácil de aprender y de jugar.
Un deporte que cansara, distrajera y
enfrentara a los hombres. Nació entonces
el fútbol.
El
fútbol tuvo una rápida y muy calurosa acogida entre todos los hombres. Los más
revolucionarios gastaban sus energías en jugar y cuando acababan no les quedaban
fuerzas para rebelarse; los que buscaban el saber mediante el razonamiento y la
discusión se dedicaron a ver y comentar los partidos y los que más detestaban a
los dioses se olvidaron de estos y comenzaron a odiar a los hinchas de otros
equipos.
Poco
a poco la gente se olvidó de los dioses y de la situación de injusticia y
opresión en que vivían.
Borja Ochoa, 1º D
0 comentarios:
Publicar un comentario