Disertación filosófica sobre la muerte

26/1/10
Estos días hemos estado disertando sobre los grandes temas filosóficos: el sentido de la vida, la muerte, el origen de todo, etc. Queremos compartir con vosotros una de las reflexiones de los compañeros que más nos ha gustado:



La muerte es algo que ha producido temor al ser humano desde que éste tiene conciencia de sí mismo. La muerte es a la vida como la sombra es al cuerpo que la proyecta; la muerte ensombrece de ese modo todo aquello que te hace feliz en tu vida. Del mismo modo, la muerte sigue a la vida como tu sombra te sigue allá donde vayas, incansable, conformando cara y cruz de una misma moneda. Sin embargo, no es algo que tengamos presente de forma continua, sino que nos asalta cada vez con más frecuencia cuanto más cerca la sentimos, bien porque nuestra vida avanza y cada vez notamos más próximo su final; o bien cuando asistes a la muerte de alguien cercano. Es en ese momento cuando reaparece la certeza de nuestra propia mortalidad, invadiéndonos de ese modo sensaciones de miedo, rechazo, impotencia y al mismo tiempo el deseo de aprovechar cada momento de nuestra vida; reaccionando de este modo a los dos grandes interrogantes que nuestro propio fin nos plantea: ¿Cuándo llegará? ¿Habrá algo más allá o no seré ya nada cuando me alcance?

El hombre está incómodo con la idea de que algo de su existencia escape a su control. Necesita dominar cuanto le rodea para seguir considerándose el ser vivo que impera en el universo, aun cuando éste mismo sea algo todavía muy desconocido para él.

La muerte, su muerte, parece un gran enigma que no consigue descifrar debido a la ausencia de experiencias y conocimiento de este fatal desenlace al que está irreversiblemente condenado.

¿De qué se ha valido el ser humano para intentar esclarecer esta incertidumbre?

A lo largo de la historia, y a través de la filosofía y de las creencias religiosas, ha intentado desarrollar una malla de teorías que tratan de proporcionarle una mayor sensación de permanencia, en algunos casos, y, en otros, ha llegado a la conclusión que no dispone de mayor certeza que la que le proporcionan sus conocimientos empíricos, reduciendo su esperanza a aquello que consiga construir en su vida corporal, material.

Esta divergencia en las conclusiones a las que ha llegado el hombre se deben principalmente a que la concepción de la realidad humana no es la misma para todos.

Según la teoría monista, el ser humano está constituido únicamente por su dimensión material, el cuerpo. Rechaza de este modo la posibilidad de una segunda dimensión humana, más etérea, que ha sido conocida por varios nombres, siendo los más usuales: el alma y la mente. Por lo tanto, según esta teoría, teniendo en cuenta que nuestra única dimensión es la material y que la muerte significa el fin de la existencia terrenal del ser humano, debemos suponer que esta postura propone que la muerte significa el fin de la existencia humana y que nada hay después de la misma.

Por otro lado, existen teorías cuya concepción de la existencia humana divide la misma en dimensión material (cuerpo) y espiritual (alma). Defendida por grandes pensadores como Platón, Aristóteles y Descartes, así como por las grandes religiones (Cristianismo, Judaísmo e Islam) plantean la muerte simplemente como la separación de estas dos realidades, siendo ésta poco más que un momento de transición de la existencia terrenal a la trascendencia.

Esta respuesta, que a día de hoy tiene su máximo exponente en las religiones, ofrece a aquellos que la toman por verdadera un sosiego espiritual que no podrían adquirir de ningún otro modo. Les ofrece la Salvación, la salvación de sus almas frente a la muerte y una existencia anímica imperecedera, con la única condición de que estos fieles sigan las enseñanzas de la religión en cuestión.

¿Por qué tememos entonces a la muerte? Es parte de la naturaleza del ser humano temer a lo desconocido, y no hay enigma por ahora tan profundo como el que supone aquello que hay más allá de ésta. Es cierto que, como hemos visto previamente, se ha intentado dar respuestas a esta incógnita, pero se debe tener en cuenta que son sólo teorías, puesto que nadie puede saber realmente si hay algo más allá de la muerte hasta que ésta le llega, y entonces ya es imposible transmitirlo a nadie, pues su existencia terrenal habrá llegado a su fin. Y no puedes obtener conocimiento acerca de ella a través de la muerte de otro, simplemente porque no eres tú al que le ha llegado el fin.

¿Debemos pues temer a la muerte? En el caso de que la más sombría de las teorías sea la verdadera, que con la muerte la existencia humana llega a su fin, yo pregunto ¿Por qué temer a una “experiencia” que jamás vas a experimentar? Citando al filósofo Epicuro, “mientras vivimos, la muerte no existe, y cuando ésta existe, nosotros ya no somos”.

¿Y si la muerte no es el fin de la existencia humana? Entonces significa que de algún modo perduramos, por lo que nuestra mayor preocupación, la posibilidad de dejar de existir, ya no tiene razón de ser.

El miedo a la muerte no es algo que debiera amargar la vida de nadie. Asimismo podrías pasarte la vida preocupado por ella y lo que vendrá tras ella, pero, yo quisiera que la gente dedicara un momento a reflexionar si de verdad eso merece la pena. ¿No sería mejor buscarle sentido a la vida desde el primer momento para que de esa manera cuando nos llegue el final, sea cuando sea, podamos decir que hemos tenido una vida plena como personas?

Y, ahora, me surge la siguiente pregunta… ¿Qué significa tener una vida plena como personas?...Buena pregunta. Para buscar la respuesta escucharé a quienes hayan elegido la disertación sobre “el sentido de la vida”. 



Carlos Pérez 1º C