La estética

15/6/10
La estética es la rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento de la belleza natural y artística. En esta última parte del curso nos hemos dedicado a analizar la belleza en el arte y hemos escogido -de entre todos los presentados- este comentario sobre una obra de arte: El Guggenheim (Bilbao).


En este trabajo voy a valorar un objeto estético: en mi caso, el Guggenheim, y a determinar su grado de belleza, es decir, voy a realizar un “juicio estético” o “juicio de gusto”. A mí el Guggenheim me gusta.
Sé que me gusta porque cuando lo vi, hace tres años, tuve un encuentro especial con él al que ahora sé dar nombre, disfruté de una experiencia estética: descubrí un nuevo sentido de las cosas (a partir de esto empezó mi curiosidad por la arquitectura que ha llegado hasta el deseo de querer estudiar este arte), alteró mi vivencia del tiempo, pues no sabría decir cuánto estuve con la cabeza hacia arriba mirándolo, me olvidé de mi misma, descubrí lo infinito, la inmensidad de esta obra… Además, a pesar de todas las palabras que aquí estoy poniendo, no termino de saber cómo explicar lo que realmente supuso para mí esta experiencia lo que me hace estar más segura de que se trató de una estética, pues éstas son inefables y no se pueden compartir, lo que todavía las hace mejores y únicas pues son solamente nuestras.
Se puede decir que en esta experiencia estética entró en juego toda mi persona gracias a que me acerqué a esta obra de arte como se debería hacer con todas: solo por el gusto de contemplar algo por contemplarlo y nada más. Inconscientemente tuve una actitud estética.
Es más, me atrevería a decir que en ningún momento tuve una actitud cognoscitiva, ya que al no tener ningún conocimiento de arquitectura no observé el edificio para analizarlo técnicamente o para aumentar mis conocimientos, o con una actitud  práctica, buscando la utilidad en el edificio: quizá lo admiré por sus dimensiones pero no pensando en el tiempo que había debido costar diseñarlo, construirlo o su precio sino por el hecho de que me hizo perderme en su inmensidad y sentirme pequeña e insignificante. 
Esta magnífica creación posee una gran belleza artística que nos libera de la naturaleza, es decir nos permite prescindir de ella. El artista crea el Guggenheim siguiendo sus propias normas e inventa -quizá inspirándose en la naturaleza (parece que las paredes del edificio simulan el movimiento de las olas del mar) pero en ningún momento la imita o permite que ésta le limite su libertad creadora-.
Si seguimos hablando de la belleza, se puede decir que el Guggenheim la consigue gracias, en gran parte, a un equilibrio perfecto entre técnica e inspiración. Está claro que el artista posee una gran técnica que ha adquirido a lo largo de su experiencia, estudios y ensayos sin la cual no hubiera sido posible poner en pie la obra de arte y nunca mejor dicho. Sin embargo, lo que verdaderamente le da fuerza a la obra es la inspiración. Está claro que es difícil conocer las reglas y ser capaz de realizar un proyecto arquitectónico de estas características, pero lo que es prácticamente inalcanzable y de los que muy pocos artistas gozan, es de ese momento de inspiración que tuvo que experimentar el arquitecto cuando la obra empezó a surgir en su cabeza: el nacimiento de la idea.
Ahora bien, tras este “nacimiento”, llega la hora de materializar la obra. En el Guggenheim, el artista tuvo que dar forma a unos materiales de la naturaleza para lo cual necesitó técnica (saber qué material es resistente para las fachadas, tener en cuenta los precios, propiedades mecánicas de los materiales…) que en este caso fue arriesgada ya que, y de nuevo aparece la inspiración, creó una nueva forma de utilizar el titanio en la fachada, es decir, “informó” esta materia “sin forma” utilizando la inspiración y la técnica aprendida pero que en este caso también había sido fruto de la inspiración en gran parte.
Unido a esta nueva forma de utilizar el titanio, yo diría que la teoría artística en la que enmarcaría al Guggenheim sería el formalismo, pero me atrevería a decir que contiene algo del impresionismo, ya que el artista claramente intenta plasmar la luz. Lo hace de una forma, en mi opinión, bastante ambiciosa, pues no se conforma con mostrarnos una sola luz, sino que cada momento que pasa parece que la obra cambia mostrándonos cada vez un color diferente o una luz que hasta entonces había pasado desapercibida.
Por otra parte, para analizar el valor estético de este edificio yo defiendo y aplico la teoría subjetivista.
Es decir, “para mí” lo que hace al Guggenheim estéticamente valioso no son sus propiedades, que muchas no conozco o entiendo, sino las reacciones que yo experimento ante él. Si se tratase meramente de las propiedades, ¿Por qué otros edificios que poseen todas las características necesarias para ser “bellos” me fueron tan indiferentes que ni siquiera me acuerdo de sus nombres? o ¿Por qué la bodega del mismo arquitecto muy similar en cuanto a propiedades no me gusta tanto? “Para mí” el Guggenheim es muy bello porque sí, por la experiencia estética que experimento cada vez que lo veo y con eso es más que suficiente.
 Pero ¿cómo sé yo que este edificio que me gusta tanto es arte? Es arte porque su principal función es estética.
El ayuntamiento de Bilbao quería un museo para el cual podría haber construido un edificio cualquiera o  emplazarlo en un edificio ya construido. Sin embargo, contrató a un artista para el cual, en mi opinión, primó ante todo crear un edificio estéticamente bello. Tanto es así, que dio la vuelta al museo, convirtiendo al edificio que contiene  las obras en la verdadera obra digna de ser contemplada.
 Para terminar, me gustaría decir que “para mí” el Guggenheim es una gran obra de arte y por tanto es una cosa entre las cosas, UN EDIFICIO ENTRE LOS EDIFICIOS. 
Como se ha podido percibir, no he citado el nombre del artista en todo el comentario porque para analizar estéticamente una obra de arte éste no es necesario. Sin embargo,, no me gustaría terminar sin decirle a Fran Gehry “GRACIAS”: por añadirle este nuevo ser al mundo que me permitió disfrutar de una gran experiencia estética única e irrepetible, como su obra, ya que por mucho que vuelva a contemplarlo, nunca lo haré como lo hice entonces, bien porque tenga más conocimientos que hagan que lo disfrute más o que ahoguen esta experiencia totalmente, o bien porque ya no sea capaz de adoptar esa actitud estética necesaria e imprescindible para disfrutar realmente de una obra de arte.
 Pues eso, “GRACIAS”.


Ainhoa Arriazu (1ºC)



Falacias lógicas

Las falacias lógicas son argumentos falaces, que se consideran inválidos desde el punto de vista racional. Nos hemos atrevido estos días a bucear a nuestro alrededor para encontrar falacias en la televisión, en casa, en el Instituto, etc. He aquí los mejores hallazgos:

Falacia ad autoritatem: Ocurrió una noche en la cual, le pedí a mi padre que me dejara salir hasta una hora más tarde de lo que habitualmente me deja y él me respondió que no, que no me dejaba; entonces, le pregunté que por qué no me dejaba, que me diera un argumento y él me contestó: "Porque lo digo yo y no hay más que hablar" (típico de los padres).

Falacia ad antiquitatem: En una entrevista a un vecino de Tordesillas, al preguntarle su opinión sobre la abolición de los festejos taurinos, responde indignado: "¿Quitarlo? No, no, quitarlo no, que esto se ha hecho de toda la vida".

Falacia post hoc ergo propter hoc: (Kiko Hernández colaborador de Sálvame) se tropezó y se cayó durante el programa. Posteriormente dijo que, como era el primer programa en el que colaboraba Terelu Campos, ésta era una gafe.

Falacia ad misericordiam: En una entrevista televisiva: "los curas son muy buenas personas, no creo que hayan hecho todas esas cosas que salen en el periódico".

Falacia ad populum: En Sálvame: Dice Belén Esteban: Algo de razón tendré, si no, no me apoyaría toda esta gente. ¿Me entiendes?".

Falacia ad hominem: En Sálvame: Dice Kiko Matamoros: "Es malo recurrir a la violencia" y le contesta el presentador: "Si tú eres el primero que lo haces...".

Falacia ad ignorantiam: En Sálvame: Refiriéndose a Pepe el concursante de Gran hermano que había sido acusado de proxeneta:  "Debe ser proxeneta, porque nadie es capaz de probar que no lo sea".

Generalización indebida: En Supervivientes: Dice Daniela Blume refiriéndose a Rafa Mora: "Todos los musculitos tienen el pene pequeño".

Falacia ad consecuentiam: En un programa de televisión: "Se está haciendo una caza de brujas contra la iglesia en relación a los abusos sexuales. Nosotros somos los representantes de Dios en la tierra y predicamos su verdad. No se debería extender el asunto más allá de lo que lo han hecho, pues ha causado un gran mal".